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A menudo se confunden dos términos, que son sinónimos en apariencia, pero que guardan diferencia en un matiz que para nuestra reflexión es importante; nos referimos a los términos “formación” y “aprendizaje”.

Según la Real Academia de la Lengua Española, entendemos por aprendizaje: “adquisición por la práctica de una conducta duradera”; mientras que el término formación significa: “la acción de adquirir más o menos desarrollo, aptitud o habilidad”.

Esto nos lleva a pensar que podemos adquirir conocimiento por muchos medios o acciones, como hemos visto, pero no todo nos lleva a una verdadero “aprendizaje”. Lo deseable es que todo conocimiento adquirido pueda ser aplicado para poder ser “aprendido”. La sistemática del desarrollo de esa adquisición de conocimiento y de aprendizaje a través de la utilización de instrumentos educativos es lo vendríamos en denominar proceso formativo.

Hoy por hoy, no es frecuente observar en la pyme la realización de procesos formativos, y menos de forma sistematizada y generalizada a toda la cadena de valor. Vemos y analizamos sus causas desde dos ámbitos, interno y externo a la pyme.

Debilidades y amenazas en los procesos formativos en la pyme

Desde el punto de vista de la oferta (ámbito externo a la pyme), habitualmente los sistemas formativos o de aprendizaje clásicos son sistemas de educación pasivos cuya metodología se basa preferentemente en una estructuración de conocimientos y contenidos confeccionados previamente (metodología just-in-case), sin considerar la metodología contraria “just-in-time”, por la cual se da respuesta a necesidades concretas del momento. Claro está, esto último no es posible en la formación tradicional presencial, salvo que el profesor sea textualmente una “máquina” en capacidad de respuesta, tiempo y forma. La metodología utilizada en la formación presencial no responde al patrón del “just-in-time”.

En estos casos la formación presencial para el alumno se convierte conceptualmente en “conocimientos adquiridos que algún día se aplicarán o serán de utilidad”, en vez de “conocimientos que podré utilizar de forma inmediata”. Luego es lógico pensar que la pyme rechaze formación que no se ajuste al paradigma “aprender haciendo”.

Por otro lado, desde el punto de vista de la demanda (ámbito interno), la pyme adolece de una debilidad cultural, de un defecto fundamental que dificulta la adopción de un planteamiento sistemático ante la formación. La formación es una herramienta muy útil para la pyme en la gestión del cambio y la innovación, y debería realizarse en función del planteamiento estratégico de la empresa. Esto no sucede así en muchos casos, la formación no es tratada como un “proceso estratégico” y se abandona a su suerte, a la oportunidad del momento y en muchos casos a la conveniencia del propio trabajador, sin contar con la empresa, o como mucho se envía a los trabajadores a formarse sin un verdadero propósito o fin interno de mejora de competitividad en la pyme.

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